José Bates

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8 de junio de 1792

19 de marzo de 1872

I. La primera etapa de la vida de Joseph Bates

A. Breve introducción

            La juventud fue el atributo de los dirigentes de nuestra iglesia en sus primeros tiempos. James White tenia veintiún años cuando empezó a predicar y Ellen Harmon tenía diecisiete años cuando recibió su primera visión. John N. Andrews y John N . Loughbourough contaban solo veinte cuando empezaron su ministerio y Uriach Smith, veintiuno. Entre ellos hallamos una sola excepción, Joseph Bates que había pasado cincuenta años cuando empezó a guardar el sábado.

Por la sugerencia de familiares y amigos, Joseph Bates pidió en 1877 a James White, editar un libro con su autobiografía. Este ultimo debería reeditar, en un solo libro, todos los artículos que escribió el capitán en la revista The Youth´s Instructor y que trataba de su vida. El libro The early life and later experience and labors of elder Joseph Bates albergaba cincuenta y uno artículos sacados de la dicha revista. Más tarde, en 1905, John Loughborough va a añadir algunos detalles más en el libro The great second advent movement: Its rise and Progress. Estas dos obras son probablemente la principal fuente desde cual han partido otras publicaciones. 

 B. La Infancia de Joseph Bates

            Joseph Bates nace en Rochester, Massachusetts, en 1792. Los padres se habían criado muy cerca del lugar donde desembarco los Padres Peregrinos en 1621. En especial, en su autobiografía, Joseph Bates destaca la figura de su padre, que lucho como capitán bajo el mando del general francés Lafayette en la Guerra Revolucionaria de Independencia y su encuentro que tuvo con este en 1825 en Boston.

            En 1793, nada ms cumplir un año, la familia de Joseph se mudo más cerca de la costa, en New Bedford, para que su padre intente un nuevo negocio. Hasta 1858 cuando se mudo en Michigan, la residencia de Joseph Bates ha sido New Bedford.

 C. Joseph Bates y su vida de marinero

            En sus días de escuela su deseo más ardiente era de subir a bordo de un barco y navegar alrededor del mundo. Quería ver como se veía el mundo del otro lado del océano. Cada vez que pensaba en ir y tratar con su padre de pedirle permiso, le faltaba el coraje. Así que le conto a su madre su sueño. Los dos padres intentaron persuadirle en dejar de un lado este sueño aventurero y buscar otro oficio. Al final a los quince años, en junio de 1807, para curarle, su padre lo embarco en un barco con su tío hacia Boston. Pensaban que los mareos, los peligros, lo van a asustar y que volvería a seguir los negocios de su padre. Tal como confirma el proprio Joseph, esto tuvo efecto contrario.

            Al final, su padre, consciente de las aspiraciones y deseos acariciados por el hijo, le consiguió un lugar como grumete en una embarcación que se dirigía a Europa.

Paso por un tiempo difícil, pero persevero. Durante su primer viaje cayó desde el cordaje al Océano Atlántico, pero fue rescatado antes que un tiburón, que buscaba alimento del otro lado del barco, pudiera convertirlo en su víctima. En el segundo viaje, mientras estaba en tierra en Liverpool, fue forzado a servir en la armada real según una práctica británica brutal que ayudó a precipitar la guerra con los Estados Unidos en 1812.

            Cuando su país rompió sus relaciones con Inglaterra, los americanos fueron considerados prisioneros de guerra. Sus experiencias en estas condiciones son relatados en resumen por el autor Enoch Oliveira:

En cierta oportunidad. cuando la flota estaba por entrar en confrontación con barcos de guerra franceses, un oficial le ordenó servir un cañón. Bates se rehusó a obedecer, aunque sus compañeros americanos habían cedido ante las terribles amenazas. El miedo y la cobardía nunca formaron parte de su carácter. Después de haber sido mantenidos como prisioneros durante aproximadamente ocho meses en los navíos de la flota, fueron llevados a Inglaterra donde permanecieron encarcelados en un barco-prisión.

            Pasaron cinco años desde aquella fecha hasta que pudo verse libre. La mitad del tiempo lo pasó como marinero en viajes y la otra mitad como prisionero de guerra o confinado a la cárcel terrible de Dartmoor. Por las condiciones inhumanas en cual estaba él y sus compañeros, algunos intentaron escaparse, pero fueron severamente reprimidos con la aplicación de duras torturas físicas y terribles sufrimientos morales.

Después fueron llevados como una jauría de perros a la horrenda prisión de Dartmoor. Cierto día, sin motivo justificado, el comandante del servicio de seguridad disparó sobre los prisioneros y mató a seis americanos e hirió a otros sesenta. Esa execrable masacre en Dartmoor fue perpetrada cuatro meses y medio después de haber sido firmado el armisticio entre las dos naciones. Liberado después de cinco años, durante los cuales soportó crueles aflicciones y sufrimientos sin número, Bates partió rumbo al hogar. Después de seis años y tres meses de ausencia, con los zapatos rotos y cubierto de andrajos, fue recibido festivamente por su padre, su madre, y sus hermanos y hermanas.

            Una vez libre, hizo diez viajes entre 1815 y 1828, progresando hasta ocupar el puesto de segundo piloto y luego primer piloto; y por fin, fue capitán de su tripulación y dueño parcial del barco. En 1818, entre dos viajes, se caso con la novia de su niñez, Prudencia Nye.

            Esta primera etapa de la vida de Joseph Bates ha sido muy dura y nos releva el carácter de este hombre que, más tarde, sería considerado por algunos historiadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como el verdadero fundador de la misma. Joseph Bates era un hombre decidido, de carácter fuerte y preparado para la vida.

 D. Joseph Bates – hasta el Gran Chasco

 1. Joseph Bates y el rol de su mujer en su conversión

            Después de casarse con Prudencia,  Joseph Bates tuvo cinco hijos con ella, desde cual el primero murió en la infancia. Llego a ser más cuidadoso con respeto a su salvación. Su mujer, una cristiana seria, obro  con sabiduría de tal manera, que no mucho después de casarse con el capitán Bates, le hizo descubrir al Señor en las páginas de la Santa Escritura.

Prudy (como él llamaba a su esposa) colocó un Nuevo Testamento en el baúl del marino. El buen Libro impresiono profundamente al capitán. Al principio, deprimido por la condición de su alma, pensó arrojarse por la borda. En tierra, en Sudamérica, se trepó a un árbol para librarse de las serpientes y oro en voz alta. Poco a poco la paz aumentaba en su corazón; pero aun no sentía completa confianza en Dios.

            Cuando volvió a casa introdujo el culto regular de familia en su hogar, y empezó a ir a la iglesia. Aunque en su infancia, antes de salir como marinero, había entregado su corazón a Dios y asistía con agrado en las reuniones de su iglesia, esa experiencia con Dios lo había perdido. Ahora tenía que empezar de nuevo. Así que, con el primer paso, de repente, los temores desaparecieron y el gozo invadió su corazón.

Todas las dudas y las tinieblas con «respecto a mi conversión  y a mi aceptación por parte de Dios fueron eliminadas como el roció de la mañana, y una paz como Un río, ocupó mi corazón y mi mente durante semanas y meses». En esos días mejores, estando de viaje, rogó al Señor por escrito: «Úsame, oh Señor, te lo ruego, como instrumento en tu servicio; cuéntame en tu pueblo peculiar». Más adelante, esta oración había de ser maravillosamente contestada.

 2. Joseph Bates y la Temperancia

            Poco a poco, uno por uno, dejo el alcohol, el vino la profanidad y el tabaco. En el día de su bautismo empezó a organizar una sociedad de temperancia, una de las primeras de Estados Unidos. En su viaje final, que siguió inmediatamente, ordeno a sus hombres, todos desconocidos de Boston, que evitaran toda profanidad, se abstuvieran completamente de bebidas alcohólicas, y que observaran el día de reposo (que para él, en ese tiempo, por supuesto, era el domingo). Su gente disfrutó del viaje de menos peleas de toda su carrera. Pronto cuarenta barcos, y más tarde, otros setenta y cinco de New Bedford y Fairhaven, seguían el ejemplo establecido por Bates y sus hombres.

            Algunos años más tarde abandonó el uso del té y del café; y en 1843 decidió no incluir más en su dieta los alimentos a base de carne. Dios lo estaban preparando, de modo providencial, pana promover los principios de salud que más tarde habrían de ser defendidos por los adventistas.

 3. Joseph Bates esperando y preparando la Segunda Venida

            A los 36 años de edad, después de acumular una razonable fortuna, abandonó las actividades del mar para establecerse en Fairbaven.

En 1828, después de veintiún años en el mar, José Bates se retiró de la navegación y vendió todo. Ya le había prometido a Prudencia que se quedaría en casa cuando hubiera ahorrado 10.000 dólares. Parecía que había alcanzado su blanco. Pero además había otra razón que lo indujo a quedar en tierra. Quería tener más oportunidad para testificar por el Señor. Mientras explotaba una granja para producir seda y vendía propiedades, llegó a ser miembro activo de la iglesia local de la Conexión Cristiana y de varias sociedades de reforma, incluyendo la que luchaba contra la esclavitud.

            Pero por el tiempo en que su granja de seda estaba empezando a producir, escuchó el primer sermón millerita, y al punto se consagró a sí mismo y todo lo que él tenía al movimiento adventista. Habiendo trabajado con J. V. Himes en la causa de la temperancia en la década de 1820, rápidamente llegó a ser uno de los líderes del pueblo adventista. Llego incluso a presidir uno de los congresos generales adventistas.

            En 1843, Bates unió sus manos con H. S. Gurney, un rudo herrero que tenía una hermosa voz de cantor, para realizar una gira evangelistica por las Islas Kent, situadas frente a las costas de Maryland. Por este tiempo había abandonado el abolicionismo (el movimiento contra la esclavitud), creyendo que el segundo advenimiento sería su única solución efectiva. Quería ahora conducir a los esclavos a la libertad en Cristo.

            Antes de la primavera de 1844, vendió su casa, pagó sus deudas antes de la venida del Señor, y procedió a entregar prácticamente el resto de su fortuna a la causa. Cuando Prudencia protestó diciendo que era algo imprudente, Bates confiadamente replicó: «El Señor proveerá». Aunque el Señor no vino como se esperaba, proveyó los medios para la familia Bates, a menudo en forma totalmente inesperada.

            El martes 22 de octubre de 1844 encontró a Joseph casi sin un centavo, y sin su hijo único José. Este, decidiendo seguir las aventuras juveniles de su padre antes que sus convicciones religiosas, el lunes 21 de octubre, a los catorce años, se lanzo al mar en un barco ballenero. Después de los veinte años José fue herido por una ballena; y luego de cumplir los treinta, murió en el mar.

            Hasta aquí hemos visto la infancia, su vida como marinero y luego capitán de su proprio barco, y como llego el futuro pionero de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a ser preparado por Dios para jugar un rol de máxima importancia en el desarrollo de nuestra iglesia.

 II. La segunda etapa – descubrimiento del sabado

 A. El paso por el Gran Chasco

            El día posterior al chasco encontró al capitán Bates profundamente confundido. Como miembro altamente respetado de su comunidad había urgido a sus vecinos a prepararse para la segunda venida. Ahora éstos se mofaban de él en las calles. Ansiaba que la tierra se abriera y lo tragara.

            Pronto se sobrepuso a esta situaci6n y se contó entre los adventistas que esperaban que sus cálculos estuvieran errados y que Jesús todavía viniera pronto. Hasta ahora hemos visto lo que ocupo parte de su tiempo en los años 1845 y 1846.

 B. Joseph Bates descubre el sábado

            En el tiempo del chasco en el año 1844, una bautista del séptimo día, fue a Washington, New Hampshire, a visitar a su hija, que era uno de los creyentes adventistas del lugar. La señora Preston era una fervorosa creyente en el sábado bíblico y había traído con ella unos folletos. Pronto acepto las doctrinas adventistas, y continuo también guardando el sábado. Los folletos que ella distribuyo, dieron fruto. Cierto domingo de mañana, uno de los creyentes adventistas se levanto en el culto y dijo que estaba convencido de que el por su parte estaba resuelto a observarlo. Varios otros expresaron que eran de la misma opinión, y en pocas días casi todo el grupo de cuarenta miembros llegaron a ser observantes del sábado.

            Es así como la iglesia adventista del séptimo día se formo en realidad en New Hampshire, a pesar de  que pasara algún tiempo hasta que se efectuara la organización de los adventistas del séptimo día. El primer pastor adventista que acepto el sábado fue Federico Wheeler, del mencionado grupo de Washington. Había sido anteriormente pastor metodista y asociado de William Miller.

            La atención de los adventistas en general fue llamada a la cuestión del sábado mediante un escrito sobre el tema por T.M. Preble, publicado en un periódico de Portland, Maine, a principios de 1845. J.B. Cook igualmente escribió un artículo que apareció poco después del publicado por el Preble, en el cual demostraba concluyentemente que no hay base bíblica para guardar el domingo como día de reposo.

            George R. Knight en su libro The real founder of Seventh-day Adventism considera que es muy probable que Tomas Preble había tomado la enseñanza sobre el sábado desde Wheeler, la distancie entre estos dos siendo de unas 35 millas. Preble empezó a guardar el sábado aproximadamente en agosto de 1844.

            En abril de 1845 Joseph Bates descubre los artículos de Preble sobre el sábado en la publicación Hope of Israel. Los lee y empieza a comprobar con la biblia las citas que Preble ponía en el artículo. Se dio cuenta que en ninguna parte de la biblia no había evidencia de algún cambio de observancia, desde sábado a domingo, desde el séptimo día al primer día de la semana. En su interior sabia que Preble tiene razón, que esta es la verdad y tomo la decisión de guardar el cuarto mandamiento.

            Poco después de hacer ese compromiso, Bates viajó a Washington, New Hampshire, para reunirse con Wheeler, los hermanos Farnsworth, y otros adventistas que habían aceptado el Sábado. El hijo de Wheeler, George, informa que Bates llegó alrededor de las 10:00 de la tarde, «después de que la familia estuviera en la cama». George oyó que su padre dejo entrar a alguien. Durante la noche se despertaba de vez en cuando para escuchar sus voces. «Hablaron durante toda la noche. Cuando George y el hombre contratado bajaron por la mañana, fueron presentados al anciano Bates, de Massachusetts». Discutieron el tema hasta el mediodía, tal vez con los Farnsworth y otros incluidos. Luego Bates se dirigió a casa. H. S. Gurney. Este nos dijo que el viaje de Bates a New Hampshire tuvo lugar en abril o mayo de 1845.

            Un hecho importante, que merece mencionarlo, es cuando el capitán vuelve a casa y en una puente se encuentra con uno de los principales líderes de su iglesia:

Al volver a Nueva Bedford, Massachusetts, se encontró, sobre el puente entre Nueva Bedford y Fairhaven, a un hermano destacado, que lo interpeló: “Capitán Bates, ¿qué noticias hay?” El pastor Bates replicó: “Las noticias son que el séptimo día es el día de reposo del Señor nuestro Dios”. “Bien”, dijo el hombre, “iré a casa y leeré mi Biblia y veré acerca de esto”. Así lo hizo, y cuando se encon­traron la siguiente vez, este hermano había aceptado la verdad del sábado y la estaba obedeciendo.

            El Gran Chasco despertó no solamente el interés para la Segunda Venida de Cristo, sino también el interés para el estudio de la Santa Escritura. En este camino los pioneros adventistas descubrieron verdades muy importantes que supieron añadirlo a su tiempo a la enseñanza adventista.

 C. Dando a conocer el sábado

            En agosto de 1846, el capitán Bates escribió el primer folleto extenso acerca del sábado. Cuando empezó a escribirlo, la señora Bates se asomo a su estudio y le pidió que comprara harina y otros alimentos necesarios. Ella no se había enterado que él había gastado toda su fortuna, que según algunos no bajaba de dieciséis mil dólares y otros, como que rondaba entre diez y once mil dólares. El gasto todo este dinero, trabajado duro por muchos años, en ayudar a proclamar el mensaje adventista.  Su esposa se sorprendió  y aun mas, quedo estupefacta al saber que las pocas libras de harina con que más tarde regreso a la casa el capitán, representaban todo lo que había podido comprar con sus últimos doce centavos y medio.

             Podemos comprender y simpatizar con su falta de fe cuando el esposo le aseguro tranquilamente que el Señor proveerá en el futuro de sus necesidades. El pensaba que si el quedaría fiel en proclamar la verdad del sábado ante el mundo, Dios haría su parte.

            Poco después, mientras volvió a escribir, en aquel mismo día, sintió ser impulsado a ir al correo porque tenía la impresión de que allí debía haber dinero para él. En aquel tiempo el remitente podía pagar el franqueo o, si prefería, dejar que el destinatario lo pagase. Como había para él una carta no franqueada, el capitán Bates dijo al administrador de correos que la abriera y cobrase el franqueo del dinero que seguramente contenía. Y efectivamente había un billete de diez pesos, con los cuales Joseph Bates fue a comprar la harina, el azúcar, patatas y lo demás, diciendo que se los llevasen a casa y dejasen allí a pesar de las protestas que seguramente haría la dueña de casa.

            Al volver a casa, entro por la puerta de atrás y continuo escribiendo. Su mujer entro en su habitación muy excitada para preguntarle si ha visto lo que tiene delante de su casa y si sabe de dónde proviene. Su marido le contesto que en realidad el Señor ha hecho el milagro. Y para confirmarle le extendió la carta.  Su mujer salió llorando. Posteriormente, la pobre mujer, confeso con humildad su falta de fe.

            Animado por esta evidencia de que obtendría el dinero para imprimir su folleto sobre el sábado, el capitán Bates fue a la imprenta e hizo arreglos para que se imprimiesen mil ejemplares. El pagaría el trabajo a medida que recibiese dinero, y no retiraría los folletos de la imprenta antes de haber pagado las cuentas. No sabía de dónde podría llegar el dinero, pero estaba convencido que Dios lo llamaba a hacer esta obra y que también proveerá para ella.

            Finalmente llego el día en que estaban todos impresos, y de fuente inesperada recibió una suma suficiente para cancelar el saldo de la cuenta. De esta manera no hubo ni un día de demora en la circulación del primer folleto sobre el sábado publicado por los adventistas del séptimo día.

            Poco meses después que Joseph Bates hubo comenzado a observar el cuarto mandamiento, James White y John N. Andrews comenzaron a observar el sábado.

El ex capitán Bates, mientras tanto, en agosto de 1846, publicó un folleto titulado The Seventh Day Sabbath, a Perpetual Sign [El sábado, señal perpetua]. Bates también sirvió de instrumento para presentarles el sábado como día de reposo a Jaime White y a Elena Harmon (que se casaron el 30 de agosto de 1846). Años más tarde, Elena G. de White recordó que «en el otoño de 1846 comenzamos a observar el día de reposo bíblico, y también a enseñarlo y defenderlo» (PE, xx). Así, los tres fundadores del adventismo del séptimo día se unieron en la doctrina del sábado hacia finales de 1846.

            Su folleto, por supuesto, llego en muchas manos que luego aceptaron volver al verdadero día de reposo bíblico. Muchas de las personas agradecidas por el trabajo del capitán Bates, empezaron a contribuir para ampliar esta obra y esparcir el conocimiento sobre la ley de Dios.

 D. El desarrollo doctrinal de Bates sobre el sábado

            Bates le dio una riqueza y una significación profética al sábado que nunca podría haber surgido entre los bautistas del séptimo día. Para los bautistas, el sábado simplemente era el día correcto. Pero con Bates, impregnado como estaba él de una fe profética, informado por medio de un estudio amplio de los libros de Daniel y Apocalipsis, el sábado como día de reposo cobró una riqueza escatológica que iba más allá de la esfera de la comprensión bautista.

            A través de una serie de folletos, Bates interpretó el sábado en el marco de Apocalipsis 11 al 14. Entre 1846 y 1849 hizo al menos tres contribuciones para la comprensión profética del sábado. Primero, comenzó a ver conexiones entre el sábado y el santuario. A medida que estudiaba el toque de la séptima trompeta en Apocalipsis 11: 15 al 19 (pasaje que obviamente tiene que ver con los últimos días), Bates se sintió particularmente atraído por el versículo 19: »Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo».

            Bates notó un aumento reciente de artículos sobre el sábado. ¿Por qué? Cuando el séptimo ángel comenzó a tocar su trompeta, propuso Bates, el segundo departamento del templo de Dios se abrió en el cielo, el arca del pacto fue revelada espiritualmente y la gente comenzó a investigar las Escrituras. El arca del pacto en el santuario terrenal, por supuesto, contenía los Diez Mandamientos. De esta forma, a través de una comparación tipológica, llegó a la conclusión de que el Lugar Santísimo del santuario celestial tenía un arca que contenía el Decálogo, igual que el santuario terrenal. La ley de Dios con el tiempo llegó a ser vista como la base del juicio previo al advenimiento que se había iniciado el 22 de octubre de 1844. En esa fecha se había abierto el segundo departamento en el cielo, que exponía el arca del pacto y señalaba un renovado énfasis en la ley de Dios.

            La segunda contribución de Bates para el desarrollo de la comprensión del sábado en la historia profética derivó de su estudio de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14. Los presentó como secuenciales. Decía que los dos primeros (la hora del juicio de Dios y la caída de Babilonia) habían sido predicados por los milleritas. Pero sostenía que el versículo 12, «Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios», comenzó a cumplirse después del 22 de octubre de 1844. Así, en 1847 escribió: «[un pueblo] se ha estado uniendo en grupos durante los últimos dos años, en torno a los mandamientos de Dios» (Seventh day Sabbath [El sábado) [edición de 1847], p. 59).

            A Bates, por supuesto, no se le escapó la fuerza profética de Apocalipsis 12: 17: «Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan [todos] los mandamientos de Dios». Esa «guerra», sostenía, es descrita en Apocalipsis 13 en términos de los poderes de la bestia que buscan vencer al pueblo de Dios que guarda los mandamientos, y que finalmente establecen el decreto de muerte del versículo 15. Por lo tanto, la tercera contribución de Bates a la teología del sábado (en el marco de la profecía) fue desarrollar los conceptos del tiempo del fin, del sello de Dios y la marca de la bestia en el contexto de la alianza con Dios o con la bestia. Sostenía que la fidelidad al sábado bíblico sería el punto focal externo de la batalla.

 E. Ellen G. White duda sobre la importancia del sábado

            En 1846, la hermana White llego a conocer al capitán Bates, quien proclamaba entonces con ardor la verdad del sábado. Ella pensaba que el erraba al ser tan escrupuloso en cuanto a este asunto; pero el Señor le dio una visión que corrigió su falso concepto. En dicha visión vio el arca en el santuario. Jesús levanto la cubierta del arca y ella pudo contemplar las tablas de la ley en las que estaban escritos los diez mandamientos. Quedo asombrada al ver el cuarto mandamiento en el mismo medio de los diez, y rodeado de una aureola de luz.

 F. Bates duda sobre las visiones de Ellen G. White

            El capitán Bates, el cual era también pastor, no tenia aun fe en las visiones de la señora White, pero en cierta ocasión estuvo presente cuando ella tuvo una de estas, en la cual describió tan admirable varios astros, que él, muy versado en astronomía, declaro que lo que acababa de ori era más adelantado que todo cuanto había leído hasta entonces sobre tal materia, y que sería de desear que estuviera presente el renombrado astrónomo lord Rosse.

            Como en otra ocasión anterior, el pastor Bates había conversado sobre astronomía con la señora White y se había dado cuenta de que ella, según su propia confesión, nunca había leído libro alguno que tratara de dicha ciencia, al oír tan admirable relato, científico y solemne al mismo tiempo, pues se describía en él la belleza del universo, y lo majestuoso que eran los seres que habitan otros planetas, seres que nunca pecaron, el declaro francamente que ahora si creía que dichas visiones eran divinas.

            De esta forma, el año 1846, es el punto de unión de ese puñado de cristianos fieles que con mucho estudio de la palabra de Dios y oración había llegado a estar convencidos de verdades trascendentales que el mundo había de conocer, y se puede decir que aquello fue el nacimiento del gran movimiento adventista del séptimo día que ha llegado a circuir el globo y se propone alcanzar toda tribu, lengua y pueblo.

            Esta experiencia de la hermana White y el pastor Bates estaba en armonía con el método de obrar del Señor. La atención de ambos, señora White y el pastor White, fue llamada al tema del sábado por el pastor Bates, quien les presentó desde las Escrituras las demandas de la inmutable ley de Dios.

            Aunque la Ellen White había sido bendecida con manifestaciones especiales del Señor durante dieciocho meses, no se le había mostrado nada sobre este tema previamente. Ahora había llegado la hora de Dios, según iban apare­ciendo creyentes para guardar su ley, según se les impartía la luz a los tales por medio del don de profecía, y así, por su providencia, el mensaje del tercer ángel, “los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo” fueron unidos.

 III. Joseph Bates  como lider de la  nueva iglesia

            Como pionero, el capitán Bates fue abriéndose camino predicando en los estados del oeste. En Jackson, Michigan, en 1849, visito un taller y presento su mensaje a un herrero, al acompañamiento del golpe del martillo sobre el yunque. Durante dos días, visito a otros adventistas de la ciudad. El domingo estudio con ellos en una reunión, con el resultado de que el herrero y varios otros empezaron a guardar el sábado.

            En 1852, el capitán Bates visito nuevamente el grupo de Jackson y, mientras viajaba hacia el oeste, se sintió impulsado a detenerse en Battle Creek. Dirigiéndose al correo, pregunto al jefe quien era el hombre más honrado de la ciudad. Se le indico el hogar de un mercachifle, David Hewitt. Inmediatamente, se dirigió a su casa y le dio estudios durante dos o tres días. luego siguió adelante hacia el oeste, llevando el mensaje a Wisconsin. A su regreso por Michigan, bautizo a un buen número de personas, entre ellas al honrado David Hewitt de Battle Creek.

Acostumbrado a viajes interminables en alta mar, Bates continuo andando de aquí para allá. Hasta 1852 se empeño en llevar la nueva luz a los milleritas desde Maine hasta Michigan; después de esto viajo más lejos, tratando de dar testimonio ante cualesquiera personas que quisieran escucharlo, desde los vagabundos que encontraba en su camino hasta a un gobernador (W. H. Crapo, de Michigan). Los trenes eran como los aviones de ahora. A veces los empleaba y distribuía folletos a los pasajeros. A veces caminaba; era más económico, y le daba la oportunidad de encontrarse con más personas. A veces, carente de dinero para el pasaje, se veía obligado a recorrer largas distancias a pie.

            En una carta, habla de su peregrinación a través de la densa nieve a orillas del lago Ontario, en Canadá, caminando a veces desde tres hasta sesenta y cinco kilómetros para buscar a las «ovejas esparcidas» en esas colonias alejadas. Informo haber viajado centenares de kilómetros en cinco semanas. Menciona haber sido castigado por la densa nieve y el cruel frio y, con pocas excepciones, por los fríos e impenetrables corazones.

            Aunque era capaz de mantener interesadísimos a grandes auditorios, el procedimiento normal de Bates era dirigirse a pequeños grupos en iglesias, escuelas públicas o casas de campo. La gente interesada invitaba a los vecinos de varios kilómetros a la redonda y le proveían a Bates un lugar para dormir una noche o dos. Así a menudo surgían unos pocos nuevos observadores del sábado como consecuencia de su visita.

El mal tiempo no era un gran obstáculo para este hombre acostumbrado a hacer frente a las tormentas del océano. Cuando tenía 65 años, bautizó a siete personas en un río, en un hueco de un metro de profundidad cavado en el hielo. La temperatura era treinta grados bajo cero F.

            Favorecido con una energía natural y con un sentido de tacto extraordinario, y siendo casi 30 años mayor que James White, fue elegido para presidir la mayor parte de las más importantes conferencias realizadas por los adventistas que observaban el séptimo día, práctica que duró hasta la organización formal de la Asociación General, en mayo de 1863. Así el capitán continuaba estando en un puesto de mando.

Fue reconocido por todos, durante aquellos años formativos, como legítimo líder de los adventistas. Fue el primer presidente de la primera asociación organizada: la Asociación de Michigan. En 1863, aunque tenía 71 años de edad, presidió un histórico congreso de la Asociación General. Su posición era reconocida por todos, incluso por la manera misma como se otorgaban las credenciales ministeriales, ya que eran firmadas por él y por Jaime White, en las que aparecían con el título de «ministros dirigentes».

En su libro  ¿Quién son los adventistas del séptimo día?, Nancy Weber nos cuenta:

Bates abogó a favor de los principios de una vida sana y los practico. Como resultado, gozo de buena salud durante su larga vida. A los 76 años, Bates fue uno de los oradores destacados en el primer campestre adventista, celebrado en Wright, Michigan, en 1868. En 1871, ya con 79 años, Bates celebro por lo menos cien reuniones, además de los servicios religiosos en su iglesia local.

            Prefiriendo dar testimonio con su ejemplo, Bates comentó poco acerca de su régimen alimentario en público, hasta la visión que Elena de White tuvo en 1863 acerca de la reforma pro salud. Después de esto, comenzó a hablar más libremente acerca del tema y, al observarlo, la gente se veía obligada a escucharlo. Habiendo caído enfermo sólo unas pocas veces en toda su vida, podía afirmar a los 79 años: Estoy completamente libre de achaques y dolores.

            De más edad que todos sus jóvenes asociados, fue uno de los primeros pioneros que se retiro del servicio activo. Sus últimos años los paso en su hogar en Michigan, pero su interés en la marcha de la obra nunca disminuyo. La suya fue una vida plena de motivos abnegados y nobles acciones.

En 1872, después de ocho décadas vividas con exuberante dinamismo. Bates sucumbió víctima de un tipo de erisipela maligna. Aunque vivió sus últimos días entre sufrimientos y aflicciones incontables, soportó todo con admirable estoicismo y resignación. Como el patriarca Job, podía repetir las palabras inspiradas: «Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios»

            Joseph Bates se encuentra entre los primeros dirigentes del movimiento adventista. Murió en Battle Creek, Michigan, en 1872, como valiente guerrero de la cruz.

CONCLUSIÓN

            Joseph Bates, junto a Ellen y James White, cumplió un papel relevante guiando a un pueblo desde las aflicciones resultantes del gran chasco, hasta la luz fulgurante del tercer mensaje angélico. Robert Oppenheimer, célebre por su contribución en el campo de la energía nuclear, hizo hace algunos años una declaración digna de ser grabada en piedra: La mejor manera de transmitir una idea es encarnarla en una persona.[33] José Bates fue el espíritu, el ideal y la fe del adventismo encarnados en una persona.

Fuente: tvmissionary