Iglesia Remanente

El término remanente es la palabra bíblica que describe la iglesia en el último período de la historia terrenal. Igual que un retazo de tela es el último pedazo de un rollo de tela, así la iglesia remanente es la última porción de la iglesia a través de las edades. Ese último retazo de tela es idéntico a la tela del principio del rollo, por eso la iglesia remanente es la misma iglesia verdadera que Dios ha tenido en el mundo por todas las edades.

En el libro de Apocalipsis, Juan presenta muchas características de la iglesia remanente. (Aprenda de memoria estos textos de Apocalipsis y sus referencias).

La iglesia remanente debe contender "ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3). En otras palabras, la iglesia debe continuar la obra de la reforma protestante. Debe reintegrar de nuevo la "protesta" en los protestantes y conducir a hombres y mujeres a protestar contra la substitución de la verdad de la Biblia por la tradición. Debe anunciar la reforma trazada en la Palabra de Dios para que el pueblo camine a la luz de la Palabra de Dios en lugar de a las enseñanzas de los hombres.

En el plan de Dios, él ha ordenado que un movimiento predique el Evangelio eterno y los mensajes de los tres ángeles en todo el mundo antes de la segunda venida de Jesús. Así como Juan el Bautista fue el heraldo del primer advenimiento de Cristo, la iglesia remanente debe ser el heraldo de su segundo advenimiento. Las Escrituras registran que "hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan". La Biblia indica también que habrá una iglesia remanente. También enviada de Dios.

Las enseñanzas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día armonizan con las enseñanzas de la iglesia cristiana a través de los siglos. A medida que estudie la Biblia notará que verdades tales como la salvación por la gracia por medio de la fe, el juicio, el día séptimo (sábado), el bautismo por inmersión, los diezmos, el don de la profecía, la segunda venida, el estado inconsciente de los muertos, la separación del mundo, todas ellas fueron enseñanzas de la iglesia en otras épocas. El mismo Señor Jesús, quien fuera nuestro ejemplo supremo, fue bautizado por inmersión, guardó el séptimo día (sábado), enseñó la santidad del matrimonio y la responsabilidad de pagar diezmos, y advirtió al hombre del juicio que vendría. Estas son enseñanzas de la Iglesia Adventista en la actualidad.

Hay un pueblo de Dios en todas las denominaciones religiosas. El pueblo de Dios es el que camina a la luz de su Palabra, a medida que la comprende. Cuando el corazón honesto comprende los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14, los obedecerá. Juan dice que aquellos que están en la Babilonia espiritual saldrán de ella. Dios quiere que los que son de su pueblo, se unan a la iglesia remanente para que lleguen a ser testigos de la verdad y estén listos para esperar la venida de Jesús. Usted tiene el privilegio de ser miembro de la iglesia remanente.

Usted tiene mucha luz y por eso Dios les ha dado la responsabilidad de vivir bajo esa luz. En este libro estudiará un bosquejo de la historia de la iglesia remanente en las próximas semanas. Al estudiar estas páginas, sentirá la dirección de Dios en la organización y actividades de la iglesia remanente. Determine hoy que por la gracia del Señor Jesús, usted será un verdadero representante de esta iglesia y que podrá cantar con toda honestidad "Fe de los santos galardón, gloriosa fe de salvación".

Capítulo 3

Surge la iglesia remanente (1844-1852)

1. El mensaje del segundo ángel

"Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación" (Apoc. 14:8).

El mensaje del segundo ángel, mensaje que se uniría al del primero, no parece a primera vista tener relación con éste. Pero en este capítulo descubriremos que los dos mensajes iban juntos y que ambos fueron dados en el tiempo exacto, cuando los corazones de la gente los aceptaría. La obra que Dios había planeado hacer mediante estos dos mensajes fue hecha en forma efectiva. El mensaje del segundo ángel fue proclamado principalmente durante el período de "demora" que se extendió entre marzo y octubre de 1844.

Guillermo Miller empezó su ministerio público en 1831. Alrededor de esa fecha se escucharon también en otras partes del mundo, muchas voces que proclamaban la venida de Cristo. Sin embargo, el punto focal de la enseñanza de la inminencia del advenimiento estaba en el estado de Nueva Inglaterra, en la esquina nordeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Al principio, y durante varios años, Guillermo Miller trabajó casi a solas. Pero en 1839 y 1840, hombres de influencia y capacidad, como escritores y predicadores, empezaron a aceptar la enseñanza y a unirse a Miller en su dedicado evangelismo.

2. Los congresos bíblicos adventistas

Entre 1840 y 1842 se realizó en varias ciudades de la Nueva Inglaterra, una serie de reuniones, o congresos generales, de los que creían en el advenimiento. Al principio, Guillermo Miller no pudo asistir a esas reuniones, pero una sola a la que asistió, realizada en su pueblo, lo indujo a unirse al ferviente grupo, formado por hombres cultos y preparados, que se habían unido al movimiento, algunos a través de sus enseñanzas y otros a través del estudio personal. En esos congresos participaban unos 200 líderes del movimiento, lo que unificó sus pensamientos y estimuló sus predicaciones. Muchos era pastores de diversas iglesias y representaban a la mayoría de las denominaciones populares. Predicaban el mensaje del primer ángel desde los pulpitos de sus propias iglesias, en otras iglesias, en diversas reuniones públicas y en las célebres reuniones campestres. Circulaban muchas revistas sobre el advenimiento pero, la que más se acercaba a lo que podríamos llamar un órgano oficial del grupo era Sigas qf the Times. Los asistentes habituales a estos congresos for-maron una asociación de creyentes en el advenimiento, sin que por eso dejaran en manera alguna de ser leales a sus propias denominaciones o congregaciones.

Las doctrinas que comunmente discutían en esos congresos y que después enseñaban a la gente, nos resultan familiares:

A pesar de la oposición ocasional, principalmente a la predicación de la enseñanza de la venida de Cristo antes del milenio, los milentas predicaron y crecieron, manteniendo relaciones amigables con varias denominaciones. Muchos infieles se convirtieron y la venta de Biblias aumentó notablemente.

En el verano de 1843 del hemisferio norte, Carlos Fitch publicó un sermón que había predicado poco antes, en el que aplicaba los textos de Apocalipsis 14:8 y 18:2-4 tanto a las iglesias protestantes como a la Católica Romana. Sostenía que ambas ramas del cristianismo habían llegado a ser Babilonia y que habían caído por haber rechazado los mensajes de la segunda venida de Cristo. Había buenos motivos para esta interpretación ya que, en esa época, muchas iglesias habían rechazado ya la predicación y a los que predicaban el advenimiento.

En ese mismo verano el grupo milerita ordenó ministros para predicar el mensaje de la inminente segunda venida, y en la revista Signs qf the Times se aconsejó a los creyentes en el advenimiento a que se separaran de sus congregaciones. Al mismo tiempo, los dirigentes de las diversas iglesias les pidieron a los que simpatizaban con el movimiento milerita que abandonaran sus creencias en el premilenialismo (venida del Señor antes del milenio), o de lo contrario serían desfraternizados. Precisamente eso es lo que pasó con la familia Harmon. Elena Harmon, posteriormente casada con Jaime White, recuerda la experiencia de su familia en el libro Primeros escritos, pp 11-13. En el libro Life Sketches, pp 50-53, donde cuenta también esa experiencia, concluye así el relato: "Al domingo siguiente, al principio de la festividad del amor, el anciano que presidía leyó nuestros nombres, siete en total, borrándolos de la lista de la iglesia".

Cuando algunos de los predicadores del advenimiento comenzaron a aplicar el término "Babilonia" directamente a las iglesias que habían rechazado la doctrina de la hora del juicio y el regreso de Jesús, fue cuando el mensaje del segundo ángel comenzó a proclamarse, uniéndose y combinándose con el del primer ángel. En Oswego, estado de Nueva York, se publicó un folleto titulado "Ha caído la Gran Babilonia". Y en el verano de 1844 se había separado ya de sus iglesias para formar grupos aparte, por lo menos 50.000 creyentes.

3. El clamor de medianoche

Guillermo Miller y otros estudiosos de las profecías, trataron de determinar el momento del fin, o cumplimiento, de la profecía de los 2300 días. Al principio declararon que ello ocurriría "en algún momento durante 1843". Luego pusieron como fecha límite el 21 de marzo de 1844, y después el 18 de abril de 1844 que correspondía al fin del año judaico de 1843. Pero la fecha pasó sin que nada fuera de lo común sucediera. Este fue el primer chasco, y significó un duro golpe para los creyentes, que fue seguido por un período de calma, el llamado "tiempo de espera" de la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25, tal como fue interpretada más tarde dicha experiencia. Después de este chasco, los investigadores volvieron a sus libros y descubrieron su error. Descubrieron que según la profecía los 2300 años eran años completos, de modo que para que un suceso comenzado en algún momento del año 457 a.C. cumpliera la profecía, tendría que cumplirse en el mismo momento, pero de 1844, tal como ocurre con nuestra fecha de cumpleaños. Esto había sido mencionado un año antes, pero no le habían prestado mayor atención. De modo que ahora, en el verano de 1844, una nueva explosión de luz iluminó el movimiento adventista, llevándolo hasta su dramático clímax final en el mes de octubre.

En unas reuniones campestres celebradas en agosto de 1844 en New Hampshire, José Bates sintió que recibiría nueva luz. Invitó a Samuel S. Snow a presentar su tema sobre "el clamor de medianoche". El hombre no sólo predicó ese día, sino todos los días hasta que terminaron las reuniones. La gente estaba emocionada, porque la parábola de las diez vírgenes parecía aplicarse exactamente a ellos. El hermano Snow explicó que el pueblo adventista había esperado que el Señor viniera en la primavera de ese año, pero que se habían visto obligados a esperar, tal como ocurrió en la parábola. La profecía de los 2300 años terminaría en la primavera de 1844, al finalizar el año judío 1843, si el decreto de Artajerjes se hubiera proclamado el primer día del año judío 457 a.C. Pero, como el decreto no había sido publicado hasta el otoño de dicho año, la profecía no terminaría hasta el otoño de 1844. Además, un estudio más a fondo del santuario y su servicio reveló que la purificación del santuario tenía lugar el décimo día del séptimo mes hebreo, lo cual coincidía con la idea de que los 2300 años terminarían en el otoño, porque precisamente el décimo día del séptimo mes del calendario hebreo caería ese año en el 22 de octubre.

En la parábola de las diez vírgenes el clamor "he aquí el esposo viene, salid a recibirle", fue a la medianoche. Precisamente el mensaje de Samuel Snow, dado a mediados del verano, parecía corresponder con el "clamor de madia noche". La realidad de esta verdad prendió en los corazones de la gente que asistía a las reuniones campestres y salieron a proclamar a todo lo largo y ancho aquellas buenas nuevas. "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" El "clamor de medianoche" fue dado durante el "tiempo de tardanza".

Los 50.000 creyentes en el inminente advenimiento estaban tan impresionados con la realidad de que el Señor vendría en ese entonces, que muchos dejaron de cultivar sus terrenos porque pensaban que el Señor vendría antes del tiempo de la próxima cosecha. Dedicaron todo su tiempo a proclamar el regreso del Señor.

4. El gran chasco

A medida que se acercaba el 22 de octubre de 1844, aumentaba la tensión entre los adventistas. Miles de personas estaban totalmente despreocupadas, u observaban los acontecimientos sólo corno espectadores. Muchos periódicos habían publicado reportajes sensacionalistas en cuanto a los milentas, pero los reportajes serios y objetivos los describían como gente sincera y devota, seria y tranquila.

Entre los que creían en el advenimiento había varias clases de personas. Algunos se había unido al movimiento por temor; otros rechazaban la exactitud de la fecha, como lo hizo el mismo Guillermo Miller hasta pocas semanas antes del 22 de octubre. Y había también los creyentes honestos, la mayoría de los cuales aceptaron la fecha y se prepararon adecuadamente para encontrarse con Jesús.

Llegó el día. Los adventistas se reunieron en salones de culto, o en sus propias casas. Cantaban himnos o repasaban las evidencias de que el Señor vendría ese día. El día pasó y el sol se puso, pero todavía seguían teniendo esperanza, porque "...no sabéis cuando vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana" (Marc.13:35). Finalmente pasó la noche. Los ojos de los creyentes derramaban lágrimas mientras ofrecían oraciones. Estaban desconsolados y se preguntaban unos a otros: "¿Habrán fallado las Escrituras?" El estudio diligente que hicieron posteriormente les revelaría que el tiempo del cumplimiento de la profecía era correcto, pero que el suceso que ocurriría había sido interpretado incorrectamente. Hiram Edson dijo: "Hay un Dios en el cielo. El se nos ha revelado en bendiciones, en perdón, en redención; y él no nos fallará. Pronto, en algún momento este misterio será resuelto".

Muchos mileritas se separaron del grupo tan pronto pasó el chasco, aunque un grupo importante se mantuvo unido durante varios años. Guillermo Miller murió en diciembre de 1849. Algunos de sus colaboradores siguieron fijando fechas durante varios años. Llegaron a ser los llamados "adventistas evangélicos", que creían en el estado consciente de los muertos y en un infierno que arde eternamente. Gradualmente fueron declinando hasta su extinción. Otro grupo, que creía en el estado inconsciente de los muertos, pero que seguía guardando el domingo, tomó el nombre de "cristianos ad-ventistas", iglesia que todavía existe hoy.

La explosión del chasco produjo otros grupos con diferentes ideas y algunos cayeron en el fanatismo. Nosotros nos interesaremos principalmente en el grupo que incluía a Hiram Edson, a José Bates, a Jaime White y a Elena Harmon, quienes formaron el núcleo de la iglesia remanente. (Jaime White y Elena Harmon Gould se casaron el 30 de agosto de 1846).

Los que formaron parte de ese núcleo original de la iglesia remanente, compartieron las amarguras y sufrimientos del chasco con los demás creyentes. La mayoría de los que se habían reunido en la casa de la finca de Edson para esperar juntos al Señor, se fueron tristes a sus casas en la mañana del 23 de octubre. Hiram Edson y algunos amigos íntimos fueron al granero para tener una sesión de oración, lo cual les dio la seguridad de que el Señor les mostraría el camino.

Después de desayunar, Edson le dijo a uno de sus amigos que se había quedado: "Vamos a consolar a los creyentes con esta certidumbre". Los dos hombres salieron atravesando los maizales sembrados por Edson y que estaban todavía sin cosechar. Iban meditando, pensando en el chasco. Al llegar aproximadamente al centro del maizal, Edson se detuvo. Le pareció ver el santuario en el cielo y a Cristo como Sumo Sacerdote pasando del lugar santo al santísimo. Edson describió así su visión: "Vi en forma distinta y clara que, en lugar de nuestro Sumo Sacerdote venir desde el lugar santísimo del santuario celestial a esta tierra el décimo día del séptimo mes, al finalizar los 2300 años, lo que hizo fue entrar por primera vez en el segundo departamento del santuario; y que tenía una obra que realizar en el lugar santísimo antes de venir a esta tierra". Esta purificación del santuario marcó el comienzo del juicio investigador. Su compañero, que había continuado atravesando el campo, al llegar a la cerca y ver que Edson no lo seguía, lo llamó: "Hermano Edson, ¿porqué se ha quedado ahí parado?".

Edson respondió: "El Señor estaba respondiendo nuestra oración de esta mañana", y alcanzando a su amigo, le contó su nueva comprensión del asunto. Esta experiencia en el maizal indujo a estos hombres y a otros, a estudiar intensamente todo lo relacionado con los servicios que se realizaban en el santuario dado a Israel, y el significado de la doctrina de los 2300 días. Publicaron sus descubrimientos en las revistas adventistas y Hiram Edson convocó a un congreso para finales de 1845. Ahora estaba resuelto el misterio y las fechas confirmadas. El mensaje del primer ángel continuó dándose como la verdad presente. Fue y sigue siendo una doctrina poderosa para convertir los pecadores a Cristo en este tiempo del juicio. El mensaje del segundo ángel tuvo su importancia y significado para el período que precedió al chasco y tiene un significado adicional para el futuro.

5. Los comienzos del mensaje del tercer ángel

El estudio de los servicios que se realizaban en el santuario fue la llave que destrabó el misterio del chasco. Fue también la clave de la doctrina central del mensaje del tercer ángel, que señala especialmente hacia la ley de Dios y habla en forma particular de las consecuencias de las transgresiones. Hay como una cuerda o eslabón, claramente definido, entre este mensaje y el sábado, que es el centro de la ley. Fue, precisamente, a la luz dada a aquellos primeros creyentes sobre la verdad del sábado, como Dios estaba preparando todo para el mensaje final.

"Durante el tiempo del pregón de medianoche en el año 1844, Raquel Preston, una bautista del séptimo día, fue al pueblo de Washington, en el estado de New Hampshire, a visitar a su hija, que era una de los creyentes adventistas del lugar. La señora Preston era una ardiente creyente en el sábado bíblico y había llevado consigo algunos folletos. Pronto aceptó las doctrinas adventistas y continuó al mismo tiempo guardando el sábado. Los folletos que ella distribuyó quedamente, dieron fruto. Cierto domingo de mañana, uno de los creyentes adventistas se levantó en el culto y dijo que estaba convencido de que el séptimo día era el verdadero sábado bíblico, y que él por su parte estaba resuelto a observarlo. Varios otros expresaron que eran de la misma opinión, y en pocos días casi todo el grupo de cuarenta miembros llegaron a ser observadores del sábado" (El gran movimiento adventista, p. 42).

En un sentido, esta iglesia de Washington, New Hampshire, fue la primera iglesia adventista del séptimo día, aunque debían pasar todavía varios años hasta que se organizara oficialmente la iglesia como tal. Y su pastor, Federico Wheeler, que anteriormente había sido metodista y había estado asociado con Guillermo Miller, fue el primer ministro adventista que aceptó el sábado.

No todos los adventistas de 1844 eran observadores del sábado. La atención de los adventistas como grupo al asunto del sábado fue llamada mediante un artículo sobre este tema escrito por T. M. Preble, publicado en una revista de Portland, Maine, a principios de 1845. J. B. Cook escribió también un artículo que se publicó poco después, en el cual mostraba en forma conclusiva que no había evidencias en las Escrituras de que debiera guardarse el domingo como día de reposo. Así empezó el movimiento a favor del sábado, movimiento que no iba a ser detenido fácilmente. José Bates, al enterarse que el grupo de Washington, New Hampshire, estaba guardando el sábado como día de reposo, decidió ir allá y ver qué significaba todo aquello. Fue, estudió el tema, vio que los puntos de vista eran bíblicamente correctos, y aceptó la luz. Al regresar a su ciudad se cruzó con el hermano Hall en el puente entre New Bedford y Fairhaven, quien lo saludó con la pregunta: "Qué hay de nuevo, capitán Bates?" "Lo que hay de nuevo —replicó el capitán—, es que el séptimo día es el sábado del Señor nuestro Dios". "Bien, —dijo el hermano Hall—, iré a mi casa y leeré mi Biblia e investigaré eso". Así lo hizo, y cuando al día siguiente volvieron a encontrarse, Hall había aceptado la verdad del sábado y estaba dispuesto a obedecerla.

Aunque la verdad de la santidad del sábado fue destacada y realzada de nuevo en 1844, debemos decir que hubo observadores del sábado desde el principio del mundo. Incluso durante la Edad Media hubo grupos que observaban el sábado. Los Bautistas del séptimo día preservaron lealmente la verdad del cuarto mandamiento durante siglos y, como hemos visto, de ellos recibimos por primera vez la verdad del sábado.

6. Los congresos sobre el sábado

La doctrina del séptimo día como día de reposo llegó muy pronto a ser un test para aquellos que deseaban unirse a los adventistas que guardaban el sábado. La lectura de tan sólo un artículo fue suficiente para convencer a José Bates. Hiram Edson también aceptó esta verdad enseguida. Federico Wheeler y Guillermo Farnsworth necesitaron sólo escuchar la presentación del tema y un poquito de tiempo para estudiarlo. Jaime y Elena White no vieron al principio la importancia de la doctrina del sábado pero, poco después de casados, estudiaron un folleto sobre el sábado publicado por José Bates y pronto aceptaron también esta verdad.

Sin embargo, aquellos fueron días difíciles para estos líderes, porque no existía todavía una unidad en lo que se enseñaba. En la providencia de Dios se realizaron varios encuentros o congresos en esa época. En dichos encuentros, los creyentes estudiaban con diligencia las Escrituras y comparaban texto con texto, hasta que no les quedaba duda de cuáles eran las doctrinas de la Biblia. En total se realizaron seis encuentros o conferencias sobre doctrinas bíblicas durante 1848. Elena G. de White jugó un importante papel en esos encuentros.

7. El don de Dios a la iglesia remanente

"Cuando el apóstol Juan estaba en visión en la isla de Patmos, vio figuras que simbolizaban las grandes etapas o eras de la historia del mundo. Al contemplar el futuro en esas visiones, vio que cerca del fin del tiempo habría gente leal a Dios, y vio también la intensidad del conflicto. Cuando el profeta miró más atentamente, observó que esa iglesia guardaba los mandamientos de Dios. Vio, también, que esa iglesia sería es-pecialmente guiada por Dios a través del espíritu de profecía, porque ""el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía" (Apoc. 19:10)". (The Story ofOur Church, p. 186).

Desde el mismo comienzo Dios se ha mantenido en contacto con su iglesia de varias maneras. Es cierto que su liderazgo no volvió a ser nunca tan obvio como cuando los guiaba la columna de nube durante día y la columna de fuego durante la noche, pero su pueblo ha sido consciente de su presencia. El canal principal de comunicación entre Dios y su pueblo ha sido siempre mediante "sus siervos los profetas". Y, tal como se predecía en Apocalipsis 12:17 y 19:10, la iglesia remanente iba a tener el don de profecía.

En enero de 1842, William Foy, un bautista de Boston, que más tarde se preparó para ser un ministro episcopal y luego se unió el movimiento milenta, recibió una visión en la que vio a los redimidos de la tierra siendo escoltados a las glorias del cielo. En febrero del mismo año se le dio una visión similar con la orden definida de que debía compartirla a otros. Tres días más tarde, después de una lucha contra su renuencia a hablar, relató las visiones a una congregación de Boston.

Después de viajar extensamente relatando su mensaje, recibió una tercera visión, precisamente poco antes del chasco. Esta vez el tema de la visión era nuevo, tenía que ver con tres plataformas las cuales indicaban una tercera fase del mensaje de Dios para ese tiempo. En su perplejidad, abandonó la obra pública y poco después murió. Sin embargo, no hay evidencias de que hubiera cometido un pecado al no relatar públicamente esta visión.

Pocas semanas antes del chasco, un talentoso joven adventista de Maine, llamado Hazen Foss, recibió también una visión. En la misma se le mostraron tres peldaños o plataformas por las cuales el pueblo de Dios llegaría al sendero que conducía a la Santa Ciudad. Fue también advertido de que, al relatar la visión y presentarse como mensajero del Señor, enfrentaría algunas pruebas y persecuciones. Temiéndole al ridículo de la gente, y siendo de temperamento orgulloso, rehuyó la cruz. La visión le fue repetida con la advertencia de que si aún rehusaba darla, le sería quitado el don. De nuevo rehusó cumplir con ese cometido y entonces le fue dada una tercera visión en la cual se le dijo que él quedaba libre, ya que el don había sido transferido a una débil entre las débiles, que cumpliría las órdenes del Señor. Esto lo alarmó, de modo que convocó a una reunión para cierta fecha en la que contaría la visión, pero cuando quiso relatarla, se detuvo como un mudo, y en profunda agonía exclamó: "No puedo recordar ni una sola palabra de la visión ¡Soy hombre perdido!" Aunque vivió hasta 1893, nunca recobró su interés en la religión personal. En 1845 escuchó relatar a otra persona la visión referente a las "tres plataformas", con la explicación de que "se habían dado el primero y el segundo mensajes, y que había de seguir un tercero". El Sr. Foss amonestó a la joven que la había relatado a "que fuese fiel en llevar la carga y contar los testimonios que el Señor le diese". A otros dijo: "Este es el instrumento sobre quien el Señor ha puesto la carga".

Elena Gould Harmon fue la tercera persona escogida por el Señor para ser la mensajera remanente.

En diciembre de 1844, dos meses después del chasco, justo cuando los creyentes en el advenimiento necesitaban una palabra de certidumbre de parte del cielo, Dios le dio una visión a Elena, joven que entonces tenía 17 años de edad. Ante ella se desplegó una breve y simbólica representación del futuro de la iglesia. El tiempo cubierto por la visión abarcaba desde el 22 de octubre de 1844, hasta el día en que los santos entrarán en la Nueva Jerusalén. Vio que la venida de Cristo no estaba tan cerca corno esperaban. La gloria de la visión del cielo fue tan real para ella que, después que salió de la visión, todo le parecía oscuro a su alrededor. Lloró cuando se dio cuenta de que había sido sólo una visión. Sintió nostalgia del cielo, a donde había sido llevada.

Aproximadamente una semana después recibió una segunda revelación, en la que se le dijo que debía ir de lugar en lugar relatando el mensaje divino que le había sido revelado. Al mismo tiempo le fueron mostradas las pruebas que tendría que sufrir.

En su primera visión, Elena vio lo mismo que le había sido revelado a Foy y luego a Foss. La visión representaba el viaje del pueblo de Dios en su camino al reino.

En aquellos primeros tiempos de la iglesia adventista, cada miembro tenía que decidir por sí mismo si creer o no creer que los mensajes que Elena daba provenían de Dios. Así también hoy, la persona que se une a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, debe determinar en su propio corazón si su declaración de que Dios la llamó a ser su mensajera es o no es digna de confianza. Sin embargo, a nosotros no se nos ha dejado en dudas, porque la Biblia presenta pruebas importantes por las cuales podemos verificar si la pretensión de que los escritos de Elena de White son de una profetisa de Dios o no. La Biblia presenta cuatro pruebas definidas y, al examinarlas, veremos que en cada caso, su vida y su obra armonizan con esas pruebas. Estas son las cuatro pruebas:

  1. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isa. 8:20). No hay conflicto entre las enseñanzas de los Testimonios para la iglesia y las enseñanzas de la Biblia. Elena White levanta en alto la Biblia y la magnifica.
  2. "Así que, por sus frutos los conoceréis" (Mat. 7:20) La escuela sabática, la educación cristiana, las enseñanzas de la reforma pro salud, la obra de publicaciones, son tan sólo algunos de los frutos que ha recogido la iglesia como resultado de seguir los consejos de la mensajera del Señor. Durante sesenta años Elena White demostró ser una cristiana verdadera, y una dirigente inteligente y confiable. Ella dedicó su vida a la obra de Dios, sin buscar jamás posiciones o dinero.
  3. "...cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió" (Jer. 28:9). 

    Son muchos los profetas bíblicos. En las Escrituras encontramos personas reconocidas como profetas, que hicieron predicciones. Pero si un profeta hace predicciones, ésas deben cumplirse. En 1848 Elena White predijo que la obra de publicaciones que empezaría con unos pocos papeles en una carpeta, crecería hasta convertirse en "rayos de luz que han de circuir el globo". En la actualidad, la iglesia Adventista, opera 62 casas editoras, y nuestras publicaciones penetran en (odas las naciones. Ella predijo muchas otras cosas, como la declaración inaudita en su tiempo de que el cáncer es un virus, y que el mundo participaría en una guerra internacional con la pérdida de gran cantidad de barcos y millones de vidas, que confirman la veracidad de sus palabras.

  4. 'Todo espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios" (Juan 4:2). Libros como El Deseado de todas ¡as gentes, El discurso maestro de Jesucristo, Palabras de vida del gran Maestro, y El camino a Cristo, son un claro testimonio del hecho de que Elena G. de White confesó que Jesús es Dios.

A través de los años, enemigos encarnizados han asaltado los escritos de la Sra. White, y rechazado su pretensión de haber tenido revelaciones divinas. El trabajo de estos críticos se ha basado mayormente sobre prejuicios, datos distorsionados y falsedades abiertas. Esos ataques eran esperados. Pero más de 60 volúmenes y miles de artículos publicados en revistas siguen siendo un testimonio elocuente de la divina comisión recibida por esta destacada mujer. La historia de la iglesia está entrelazada con la historia de la dirección brindada por el espíritu de profecía. Siempre que la iglesia ha seguido los consejos del Señor, ha prosperado, según la promesa de 2 Crónicas 20:20.

He aquí una lista de algunos datos concernientes a la vida y el servicio prestado por Elena de White:

  1. Elena Gould Harmon nació el 26 de noviembre de 1827, en una finca o chacra situada en Gorham, en el estado de Maine, a unos 19 kilómetros al oeste de la ciudad de Portland. Ella y su hermana melliza, eran las menores de una familia de ocho hijos. Era una niña normal y feliz, con una disposición agradable y un profundo sentido de la importancia de la religión, dotes que recibió de sus devotos padres.
  2. Llegó un día que fue crítico para su vida. Cuando cruzaba un parque recibió una pedrada que le dio en plena cara, lanzada por otro niña. Como consecuencia no sólo se fracturó la nariz y quedó con la cara desfigurada por algún tiempo, sino que estuvo tres semanas inconsciente y el choque nervioso la convirtió en una inválida durante bastante tiempo. Tuvo que abandonar los estudios, y aunque posteriormente trató de regresar a la escuela, tuvo que abandonar definitivamente los planes de recibir una educación académica debido a su mala salud.
  3. En 1840 Elena y su familia escucharon por primera vez predicar a Guillermo Miller sobre el inminente regreso de Cristo, y en 1842, en una segunda serie de reuniones, la familia aceptó el adventismo. Naturalmente, aunque aceptaron sus enseñanzas continuaron siendo metodistas. Sin embargo, tomar ese paso no era fácil y durante ese período Elena pasó por una crisis espiritual al tener que afrontar una decisión. En un congreso campestre metodista, celebrado en el verano de 1840, Elena entregó su corazón, experimentó la conversión y recibió la seguridad de que había sido aceptada por Dios. De allí en adelante empezó para ella una nueva relación con el Señor.
  4. Su familia fue una de los que aceptaron el "clamor de madia noche" con el llamado de abandonar las iglesias apóstatas y, aunque formaron parte de los que pasaron por el gran chasco, permanecieron fieles al mensaje adventista.
  5. Elena tuvo su primera visión poco después del gran chasco, en la cual se le mostró la marcha del pueblo de Dios hacia el hogar celestial. Pensando en su juventud, (acababa de cumplir los 17 años), su timidez, su precaria salud y las privaciones que le esperaban, pidió al Señor que la liberara de la responsabilidad de ser su mensajera. No obstante, el llamado al deber no cambió y ella expresó su voluntad de ir y hacer lo que Dios esperaba de ella.
  6. En abril de 1847 recibió una visión sobre el sábado. Vio el templo en el cielo y a Jesús levantando la cubierta del arca. Allí vio los Diez Mandamientos con un halo suave de luz alrededor del cuarto, y escuchó a un ángel confirmar su importancia. En esa ocasión le fue mostrado que si siempre se hubiera observado el .sábado, no habría habido ateos ni infieles y el mundo hubiera estado libre de la idolatría. Esta visión le permitió ver la relación entre el sábado y el mensaje del tercer ángel. Los creyentes adventistas que lograron tener una clara comprensión de la importancia de la doctrina del santuario, del sábado y de la segunda venida, fueron los antecesores de la Iglesia Adventista del séptimo día (véase Life Sketches, pp. 95,96).
  7. Durante los siguientes 70 años su obra consistió en recibir los consejos de Dios y entregarlos a su pueblo. Habló ante muchos auditorios, escribió unos 40 volúmenes y contribuyó con muchos artículos publicados en diversas revistas adventistas. Quizá su libro más conocido y apreciado es el de la historia de la vida de Cristo, titulado El Deseado de todas las gentes. Elena White viajó mucho, no sólo por los Estados Unidos de Norteamérica, sino también por diversos países de Europa, Australia y Nueva Zelandia, donde sus consejos permitieron colocar las bases de la obra adventista en esos lugares. Fue el instrumento decisivo en el establecimiento del Colegio de Avondale, en Australia.
  8. Los mensajes que Elena White recibió de Dios los recibió, por lo general, en forma de visiones. Durante esas visiones era evidente que estaba bajo el control divino. Su vista se fijaba intensamente en algún objeto distante; cesaba su respiración, aunque sus rasgos no perdían su color natural ni le fallaba el pulso. Testigos presenciales, incluyendo a médicos, han aseverado que el proceso por el que pasaba en esas ocasiones no era de este mundo. F. C. Castle, testigo de uno de esos exámenes médicos, dijo: "Le pusieron cerca de los ojos que tenía bien abiertos, una vela encendida y ni siquiera movió ni un sólo músculo de los ojos. Entonces le examinaron el pulso y la respiración, pero no respiraba. El resultado fue que todos quedaron convencidos de que no había ra-zones científicas que explicaran lo que a todas luces era de origen sobrenatural". Esta frágil mujer, daba pruebas de una gran fuerza cuando estaba en visión; en cierta ocasión sostuvo en su mano extendida una Biblia de 8 kilos de peso durante media hora.
  9. En 1851, siete años después de tener su primera visión, publicó su primer libro, un folleto de 64 páginas, titulado A Sketch of the Christian Experience and Views ofEllen G. White, que aparece actualmente en la primera parte del libro Primeros escritos, bajo el título: Experiencia cristiana y visiones de Elena G. de White. Sus escritos se conocen como los "escritos del espíritu de profecía". Algunos de los más destacados de los libros salidos de su pluma que usted debe conocer y estudiar son los siguientes: 

    Testimonios para la iglesia (9 tomos en inglés, y 5 en castellano).Primeros escritos El conflicto de los siglos Patriarcas y profetas Obreros evangélicos El camino a Cristo El discurso maestro de Jesucristo El Deseado de todas las gentes Palabras de vida del Gran Maestro La educación El ministerio de curación Los hechos de los apóstoles Consejos a padres y maestros Profetas y reyes 

  10. Elena G. White "durmió en Jesús tan tranquila y pacíficamente como duerme un niño" en su casa de Elmshaven, el 16 de julio de 1915. Está enterrada junto a su esposo e hijos en el cementerio de Battie Creek, Michigan.

8. Otros pioneros del movimiento adventista

a. Jaime White (1821-1881) fue un ministro pionero en el movimiento adventista. A pesar de sufrir defectos físicos, sentía que Dios quería que advirtiera al mundo la proximidad del fin, y salía en recorridos de predicación llevando el mensaje del primer ángel a muchos lugares. Era un orador persuasivo y un buen cantante, pero sobre todo, era un verdadero líder. El pastor A. Spalding dijo de él lo siguiente: "Jaime White, intrépido, hábil, con visión del futuro, líder afanoso de la recién nacida Iglesia Adventista del Séptimo Día, desempeñó papeles importantes en las primeras décadas de la historia de la iglesia: primero, clarificando y enmarcando las doctrinas y conduciendo a la gente a sostenerlas; segundo, promoviendo y organizando la forma de gobierno eclesiástico; y, tercero, fundando y dirigiendo las instituciones de la iglesia —la iglesia como un cuerpo, las publicaciones, la obra de salud y la obra educativa—, lo cual constituyó los pilares de esta causa... Era un líder nato... Todos sus colaboradores sen-tían el dinámico poder de su espíritu". Durante varios años sufrió de mala salud, debido en parte al exceso de trabajo, y murió cuando tenía sólo 60 años, años que fueron usados por Dios para establecer la Iglesia Adventista del Séptimo Día. 

Sirvió como presidente de la Asociación General durante tres períodos, haciendo un total de 10 años.

b. José Bates (1792-1872), quien de camarero de abordo llegó a ser capitán de barco, se había jubilado antes de conocer el mensaje del primer ángel. Dios lo había dirigido. Siempre había sido un hombre de buenos principios, amante de lo recto y de la verdad; en algún momento durante sus años de navegación abandonó el uso del alcohol y del tabaco. Era miembro de una iglesia cristiana y tenía aproximadamente 50 años cuando fue llamado a predicar. Organizó una de las primeras sociedades de temperancia de los Estados Unidos. Gastó su dinero en la obra hasta que le quedaba muy poco cuando sucedió el gran chasco, después de lo cual vivió mayormente por la fe.

José Bates fue el primero de los líderes de aquellos primeros días que llegó a ser adventista del séptimo día, el primero que aceptó la verdad del sábado y el que la presentó a otros dirigentes y creyentes. Fue el autor del primer folleto impreso sobre la santidad del sábado. Dedicó después mucho de su tiempo a viajar por "el oeste que no había sido trabajado", por las invernales tierras del Canadá, y en todas partes de la costa este de la nación. Nunca rehuyó el trabajo duro en su celo incansable. Era mayor que sus jóvenes asociados, los White, y ellos se apoyaban en su consejo paternal en los primeros días de este movimiento. Bates se mantuvo activo hasta el fin de sus días, en 1872, y fue enterrado en el jardín de su casa en Michigan.

c. Juan Nevins Andrews (1829-1883) tenía 15 años cuando participó de la experiencia del gran chasco. Empezó a predicar a los 21. Fue uno de los primeros dirigentes que aceptaron la verdad del sábado, era un estudiante diligente, un escritor capaz (su libro más conocido se titula Historia del sábado), y un buen organizador. Fue el que comenzó a estudiar e investigar cuál era el plan de Dios para financiar la predicación del evangelio, de cuyas investigaciones se desarrolló el sistema del diezmo que conocemos hoy. En agosto de 1860 sugirió públicamente que los hermanos debían reunirse para discutir la organización de la iglesia; como resultado, se constituyó legalmente la Advent Re-view Publishing Association y se escogió el nombre Adventista del Séptimo Día para la iglesia. En parte por ser un buen lingüista, y por sus otras capacidades, fue enviado a Europa en 1874 como nuestro primer misionero oficialmente enviado al extranjero, y allí estableció un fundamento firme para la obra.

J. N. Andrews fue el tercer presidente de la Asociación General.

d. Juan Norton Lughborough (1832-1924) predicó el mensaje del advenimiento desde los 17 años, aunque no escuchó acerca de la verdad del sábado hasta 1852, cuando J. N. Andrews se la explicó tan claramente que la aceptó inmediatamente. Trabajó con M. E. Cornell en la década de 1850, antes que los ministros recibieran sueldo, trabajando en lo que encontraba cuatro días y medio a la semana y predicando el resto del tiempo. Fue el primer ministro adventista en realizar reuniones bajo carpa.

e. Juan Byington (1798-1887) fue el primer presidente de la Asociación General. Había sido ministro metodista, antes de escuchar el mensaje de los tres ángeles. La primera escuela de iglesia, y una de las primeras escuelas sabáticas, se realizaron en su casa en Buck's Bridge, estado de Nueva York. La maestra era su hija Martha. Los primeros observadores del sábado se reunieron en su propiedad, en la cual edificó una iglesia adventista.

f. J. H. Waggoner (1820-1889) aceptó el mensaje adventista en 1852 y su nombre aparece en la lista de los que fueron convocados para discutir el asunto de la organización de la iglesia en 1860, ya que era uno de los líderes entre los adventistas que guardaban el sábado. Trabajó en el oeste de los Estados Unidos, principalmente como redactor de Signs of the Times. Más tarde trabajó en Europa y murió en Suiza

g. Urías y Ana Smith (1832-1903 y 1828-1855) eran dos prometedores hermanos que se dedicaban a la enseñanza cuando el Señor los llamó a trabajar para él. Ana respondió a la influencia del Espíritu Santo a principios de 1851 como resultado de un sueño en el que vio y escuchó predicar al pastor José Bates, a quien realmente escuchó poco después. Era una obrera ferviente y dedicada, y se la recuerda especialmente por sus poesías, muchas de las cuales fueron usadas como himnos. Murió prematuramente en 1855, a causa de la tuberculosis. Urías, su hermano, aceptó el mensaje a fines de 1852, y entró en la obra de publicaciones. Fue ordenado al ministerio evangélico y dedicó la mayor parte de su vida a las tareas editoriales. Fue durante muchos años el redactor de la Review and Herald, nuestra primera casa editora, y escribió varios libros. Precisamente se lo recuerda generalmente por su comentario sobre Daniel y Apocalipsis. Participó en 1888 como líder en las discusiones sobre la justificación por la fe y fue uno de los destacados eruditos de la Biblia de la denominación.

h. Federico Wheeler (1811-1910) fue un predicador metodista-adventista que vivía en New Hampshire y pastoreaba la iglesia de Washington. En rigor de verdad, fue el primer ministro adventista del séptimo día, ¡jorque fue el primero que aceptó la verdad del sábado que le llevó la señora Raquel Preston en 1844. Entre los primeros miembros de su congregación que aceptaron el mensaje del tercer ángel estaban los hermanos William y Cyros Farnsworth.

Capítulo 4

Se organiza oficialmente la iglesia remanente (1853-1863)

Introducción

No era la intención original de los adherentes del movimiento millerita formar una iglesia separada. No obstante, hemos visto que en 1844, durante el tiempo del clamor de medianoche, fueros despedidos y expulsados de las otras iglesias, por causa de sus creencias. Este hecho creó entre los creyentes adventistas una gran antipatía contra todo lo que tuviera sabor a una "organización" eclesiástica, pensando que tal cosa llevaría al despotismo eclesiástico. Pensaban que si una persona creía y era bautizada, su nombre sería escrito en el libro de la vida, y que no era necesario tener registros terrenales. Pero, al mismo tiempo, era evidente la necesidad absoluta de alguna clase de organización a fin de poder llevar adelante la obra del movimiento de 1844. No tenían registros de iglesia, ni elegían los oficiales, no había consagración de pastores, carecían de sistema financiero, ni había esfuerzos evangélicos organizados. Los creyentes adventistas estaban unidos en espíritu y en propósito, pero restaba aún crear un sistema ordenado para el progreso del mensaje. Nuestro Dios es un Dios de orden. Ya en el año 1855 Dios había indicado mediante el espíritu de profecía que era necesaria cierta forma de organización a fin de impedir y corregir la confusión. A pesar de que actuaron con lentitud, las circunstancias condujeron finalmente, paso a paso, a la organización. El primer paso fue dar a los pastores cuya obra daba evidencia de la vocación divina al ministerio, una tarjeta, fechada y firmada por dos de los pastores principales, recomendando al portador a la comunión de los creyentes adventistas. Luego vinieron otros pasos, hasta que finalmente se organizó la iglesia en 1863.

1. Se entregan credenciales

Como paso inicial hacia la organización de la iglesia, se decidió entregar credenciales a los ministros, para evitar la confusión y la infiltración de falsos maestros. Este procedimiento comenzó en 1853. Estos ministros de sostén propio predicaban con celo.

2. Se usan carpas por primera vez

Los pastores M. E. Cornell y J. N. Loughborough usaron una carpa para celebrar un esfuerzo evangélico en 1854. Como resultado muchas personas se añadieron a la iglesia. Las primeras escuelas sabáticas se realizaron en Rochester y Bucks Bridge, Nueva York, en 1853 y 1854.

3. La pequeña imprenta se traslada a Battle Creek

Cuatro laicos le ofrecieron 1.200 dólares a Jaime White para construir un edificio para la imprenta en Battle Creek. Después de mucha oración, los White aceptaron el ofrecimiento y en 1855 se mudaron de Rochester, estado de Nueva York, a Battle Creek, estado de Michigan, donde la sede de la obra permaneció hasta 1903.

En su nueva ubicación, la prensa se mantuvo nuy ocupada imprimiendo la Review and Herald y el Youth's Instructor, y diversos folletos sobre temperancia y evangelismo. Urías Smith fue nombrado redactor y entre sus ayudantes se contaron J. N. Andrews, Jaime White y J. H. Waggoner. José Bates también se mudó a Michigan y se dedicó a celebrar esfuerzos evangelizadores, presidir congresos y viajar constantemente para ministrar a las "ovejas esparcidas".

4. Las primeras publicaciones

En 1849 un grupo de observadores del sábado había comenzado a publicar una revista titulada The Present Truth (La verdad presente). En 1850 publicaron también seis números de The Advent Review (La revista adventista). En noviembre de ese mismo año, ambas revistas se fusionaron en una tercera que se llamó Second Advent Review and Sabbath Herald [Revista del segundo advenimiento y heraldo del sábado), que todavía se publica hoy con el nombre de La revista adventista. Esta revista es el órgano oficial de la iglesia, y publica noticias de las actividades desarrolladas en todo el mundo, y artículos devocionales y doctrinales. Se publica una edición mundial en inglés, y otras ediciones en diversos idiomas en las distintas divisiones. The Youth Instructor (El instructor de la juventud), la revista para los jóvenes, fue publicada por primera vez por Jaime White en 1852, en Rochester, y contenía las lecciones semanales de la escuela sabática. Hoy la conocemos, en su versión en inglés, con el título de Insight.

5. Oposición a la idea de organizarse

Al principio muchos adventistas se oponían a la idea de constituir una organización, por las razones que ya hemos mencionado en la introducción. Pero pronto se hizo evidente para la mayoría que la organización de la iglesia era una salvaguardia contra la confusión y el fanatismo.

6. Plan financiero original

En la década de 1850, los que predicaban el mensaje adventista se apoyaban y dependían de la generosidad de sus oyentes y, como no les alcanzaba, trabajaban en tareas seculares para sostenerse a sí mismos. La gente les daba lo que quería, de aquí que algunos recibiesen mucho mientras que otros no recibían nada. Finalmente, bajo la dirección de J. N. Andrews, se reunió un grupo de hermanos con el fin de estudiar las Escrituras para intentar descubrir cuáles eran los métodos de Dios para el sostenimiento del ministerio. Esa comisión recomendó un plan conocido con el nombre de "Plan de benevolencia sistemática". Consistía en pedir a cada miembro que diera anualmente por lo menos el 1% del valor de todas sus propiedades libres de deuda, además de las ofrendas semanales. Un estudio más profundo los llevó más tarde a adoptar el plan bíblico del diezmo y las ofrendas voluntarias, tal como lo conocemos hoy. Hasta 1853 se regalaban las revistas. Ese año Jaime White sugirió que se vendieran. Un juego completo de revistas y folletos costaba 35 centavos.

7. Se discute el plan de organizar la iglesia

Después de discutir y establecer un sistema financiero sólido, algunos sugirieron que debían crear una entidad legal, con personería jurídica, para inscribir las propiedades de la iglesia. Hasta entonces, tanto la imprenta como otras propiedades, estaban todas escrituradas a nombre de Jaime White, ya que no existía una entidad a nombre de quien ponerlas. Jaime White no quería llevar más sobre sus hombres el peso de esas propiedades, que en el caso de que él muriera crearían serios problemas legales, por lo que era uno de los que más abogaban por la necesidad de crear una organización. Los hermanos que se oponían lo acusaron de querer gobernar y de unir a la iglesia con el estado. En la década de 1850 el Señor dijo lo siguiente mediante su sierva: "Hay orden en el cielo, y Dios se agrada de los esfuerzos de su pueblo al tratar de atender las cosas de su obra en esta tierra con sistema y orden. Vi que debe haber orden en la iglesia de Dios, y que se necesita un sistema para llevar adelante con éxito el último gran mensaje de misericordia al mundo" (Testimonies, t.l, p. 191). En 1860 la discusión alcanzó su climax y, finalmente, los creyentes acordaron formar una organización que pudiera ser legalmente propietaria de la imprenta y de las casas de culto.

8. Se elige el nombre

En 1860 fue adoptado el nombre Adventista del Séptimo Día. Más tarde, Elena White apoyó esa elección. "El nombre Adventista del Séptimo Día presenta los verdaderos rasgos de nuestra fe, y convencerá la mente inquisidora. Como una saeta del carcaj del Señor, herirá a los transgresores de la ley de Dios, e inducirá al arrepentimiento para con Dios y a la fe en nuestro Señor Jesucristo" (Joyas de los Testimonios, p. 81) El 13 de mayo de 1861 se constituyó una entidad legal, bajo el nombre de Seventh-day Adventist Publishing Association. Ese mismo año se organizó la primera asociación de Iglesias con todas las iglesias del estado de Michigan. En 1862 se organizaron otras 7 asociaciones.

9. Primer congreso de la Asociación General

El primer encuentro general oficial de la iglesia Adventista del Séptimo Día se celebró en 1863 Battle Creek. En esa convocación general se adoptó una constitución o estatutos de la naciente Asociación General que contenía nueve artículos. A esos artículos se le hicieron algunas adiciones en sucesivos congresos, pero los cambios no son sustanciales. Los oficiales de la recién formada Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fueron los siguientes: Presidente: Juan Byington; secretario: Urías Smith; tesorero: E. S. Walker.

Jaime White había sido inicialmente elegido presidente por unanimidad, pero declinó el honor por razones éticas ya que había sostenido con tanto énfasis la necesidad de organizar la iglesia. La junta directiva estaba compuesta, además de los oficiales nombrados, por varios otros miembros, entre ellos J. N. Loughborough y Jaime White.

10. Miembros y ministros

Cuando se organizó la iglesia contábamos con 3.500 miembros, 125 iglesias, 22 ministros ordenados y 8 con licencia de predicador autorizado.