Al inglés Guillermo Carey (1761-1834) se lo conoce como el padre de las misiones modernas. En su juventud trabajaba como zapatero y en la pared de su taller tenía un gran mapa mundi. Este zapatero se sintió un día inspirado a viajar a tierras extranjeras inducido por los relatos de viajes del capitán Cook. Como resultado de un sermón que predicó a un grupo de ministros se formó la primera sociedad misionera y él mismo se embarcó yendo a la India como el primer misionero a tierras extranjeras. A pesar de las dificultades y frustraciones que tuvo que soportar, encontró tiempo para traducir porciones de las Escrituras y colocó los cimientos de las misiones modernas. A principios del siglo XIX las iglesias protestantes llegaron a tener una conciencia misionera. Como resultado, empezaron a surgir en muchos países sociedades dedicadas a sostener las misiones extranjeras. En Inglaterra y los Estados Unidos se establecieron no menos de siete sociedades durante el cuarto de siglo que siguió al establecimiento de la primera sociedad misionera de la iglesia en 1799. Había empezado la era de las misiones modernas. Entre los que sufrieron privaciones y pérdidas por su afán de extender el evangelio, se cuentan los siguientes nombres: